lunes, 24 de septiembre de 2007

Citando a Cornelius Castoriadis


“Lo imaginario no significa ficticio, ilusorio, especular, sino una posición de formas nuevas, y posición no determinada sino determinante; posición inmotivada, de la cual no puede dar cuenta una explicación causal, funcional o incluso racional (.....) Estas formas, creadas por cada sociedad, hace que existan un mundo en el cual esta sociedad se inscribe y se da un lugar….Mediante ello es como se constituye un sistema de normas, de instituciones en el sentido más amplio del término, de valores, de orientaciones, de finalidades de la vida tanto colectiva como individual. En el núcleo de estas formas se encuentran cada vez las significaciones de imaginarios sociales, creados por esta sociedad, y que sus instituciones encarnan"

Castoriadis, Cornelius; El avance de la insignificancia, Eudeba, Argentina, 1997; Pág. 195.


martes, 18 de septiembre de 2007

Imaginarios y científicos experimentales

Cuando uno se acerca a los científicos factuales, se da cuenta del completo desconocimiento de los imaginarios por ellos. Este hecho hace que los científicos experimentales tengan grandes incapacidades para comprender los factores o fenómenos que condicionan dicha actividad. Por este motivo, uno de los factores que más les importan, a aquellos que tienen una mentalidad más abierta, es el de la mera divulgación científica (los que tienen una mentalidad más cerrada no se preocupan ni de la divulgación). De este modo, ellos mantienen la consideración de las ciencias factuales como arquetipos de la Razón Occidental obviando otras disciplinas tales como la sociología, la filosofía o la teología. Creemos que sería beneficioso que esto se modificase y que se educase a los actores del subsistema científico en lo imaginario.
Lo imaginario, aquello que subyace a los sistemas que nos rodean y que nos condicionan, produce que el subsistema científico factual sea de una determinada manera y hace que los sujetos que se encuentran en su interior desarrollen sus acciones en función de criterios que, en numerosas ocasiones, pasan desapercibidos para ello. Si esto se conociese en profundidad se favorecería la interpenetración, en el subsistema científico, de otros subsistemas que configuran el actuar humano y social.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Socialidad juvenil

La socialidad representada como una nueva forma de intercambio simbólico y construcción de relaciones interpersonales dentro de un grupo específico, especialmente en la juventud, va a constituir un nuevo mundo compartido y construido por sus miembros en base a las representaciones sociales e imaginarios colectivos, con fuerte implicaciones intersubjetivas. Sobre todo la socialidad va a estar cristalizada dentro de los microgrupos como lo son las denominadas Tribus Urbanas, las cuales se fundan en una nueva relación empática, de sintonía y proximidad con alta cargada de afectividad -familiarismo natural- y experiencias extremas, en base a la efervescencia colectiva y el ritualismo. Estas se presentan de una manera desindividualizante frente a una sociedad de masas cada vez más individualizante.


Así, para el sociólogo Michel Maffesoli, la socialidad es una clasificación necesaria para el análisis de una sociología de la vida cotidiana u ordinaria; donde la experiencia en el otro, fundamenta la comprensión de nuestra era. De esta forma, de manera dialéctica, las denominadas Tribus Urbanas a modo de expresión y alejamiento de la monotonía de lo institucionalizado, van a ser representantes de un “nuevo espíritu del tiempo que se puede llamar con el nombre de socialidad”.

Parafraseando a Mario Margulis, precisamente estas tribus urbanas logran la socialidad identificándose con ciertos estilos o looks en el que entremezclan ropas, peinados, accesorios, gustos musicales, manera de hablar, lugares donde encontrarse, ídolos comunes, expectativas comunes e ilusiones compartidas. Así, la tribu funciona como mecanismo de identificación entre semejantes y de agregación de los diferentes bajo la ley de la coincidentia oppositorum, la cual hace que las cosas, seres y fenómenos completamente opuestos puedan unirse y sintonizarse en respuesta a las reglas y normas establecidas.


En consecuencia, algunas de las características que podemos identificar a partir de la denominada socialidad, es su alto contenido afectivo y de intimidad en la experiencia en el otro de manera desinteresada –estar/juntos- al interior del grupo; el desplazamiento de la dicotomía sujeto/masa por el de persona/grupo de manera desindividualizante por intermedio de experiencias compartidas y la reafirmación de vínculos mediante la moda o estilo como eje articulador, a través de manifestaciones tan diversas, como lo son la música, el baile o el graffiti, lo cual hará notar su resistencia frente a la apatía del individuo de la sociedad de masas.


De esta forma, la socialidad emergente que brota ante nuestra mirada, “por muy extraña que parezca, no puede dejar a nadie indiferente”, ya que quiérase o no, constituye en nuestros días, un constructo cotidiano joven de una riqueza incalculable.

Don Quijote

Más de cuatro siglos han transcurrido desde la primera edición de una de las obras más significativas de la literatura universal escrita por Miguel de Cervantes, como lo es Don Quijote de la Mancha. Esta obra ha sido considerada como una de las más completas de su género, debido a su profundidad y enseñanza, a partir de su personaje mítico, don Alonso Quijano el Bueno – Don Quijote- , el cual presumiblemente queda con su juicio trastornado al leer en exceso novelas de caballería como Amadís de Gaula.

Es increíble como este personaje creado hace tantos años, hoy por hoy esté tan arraigado en el imaginario colectivo del mundo entero, inclusive convirtiéndose en una especie de mito, la creencia popular de la real existencia de aquel desgarbado personaje.

No obstante, las aventuras del hidalgo caballero y de su fiel escudero Sancho Panza, no han quedado restringidas solamente a la literatura tradicional, sino que también han sido estudiadas y analizadas desde las ciencias sociales. Precisamente para Alfred Shutz, en referencia a esta obra, el hecho de que podamos pensar de manera diferente un mismo objeto y una vez realizado esto, que modo de pensamiento utilizar y cual desechar, nos demuestra que el origen de toda realidad, es subjetiva, o sea, la realidad es vista como cada cual la quiera considerar.

Esto queda al manifiesto, al apreciar de qué manera concibe su realidad Don Quijote. Para algunos el mundo privado de dicho personaje, parece ser construido de forma obsesiva debido al amor profundo, por su amada y “bella” Dulcinea; lleno de locura, por luchar contra gigantes creados dentro de su universo cerrado, los cuales a los ojos de los demás solo eran enormes molinos de viento; idealista, por autodenominarse un caballero andante, representante de Dios y la justicia en la tierra; y testarudo y resiliente, debido a que pese a todos sus fracasos supo levantarse y sobreponerse avanzando nuevamente hacia sus objetivos trazados.

En definitiva, el Quijote de la Mancha nos remonta a la sensibilidad, magia y encantamiento de la era tradicional, a diferencia de Sancho Panza, el cual nos indica el paso de la era tradicional a la moderna, mediante un hombre nuevo dotado de la razón, pero desprovisto de aquel encantamiento de una época lejana, representando metafóricamente en cierta medida a la sociedad actual, la cual vive de manera estructurada y carente de ideales propios su vida cotidiana.

A pesar de que al final de la obra el Quijote muere en su sano juicio como lo señala el epitafio de su tumba -“Aquí yace él que vivió loco y murió cuerdo”- y los papeles parecieran revertirse entre este y Sancho Panza, el Quijote Sanchificándose y Sancho Quijotizandose en cierta forma; hoy en día, aún se califica de conducta quijotesca para designar lo heroico, idealista o rebelde de una persona, de lo cual se desprende la siguiente pregunta a manera de metáfora:

¿Cuándo nos observamos al espejo, que vemos reflejado, un Quijote o un Sancho Panza?